La mañana del último domingo del verano se presenta radiante
y luminosa, Analía nos recoge con su coche a Ninoska y a mí, recorremos
charlando y bromeando los apenas cuarenta km. que nos separan del pequeño,
tranquilo y coqueto pueblo de la sierra de Madrid, donde está situada la
residencia de mayores donde vive la abuela Flora.
Llamamos al timbre y después de identificarnos se abre la
puerta y entramos, nos dirigimos a la recepción y preguntamos por Flora, la
recepcionista nos dice que está en el jardín, salimos y efectivamente allí está
sentada en su silla de ruedas acompañada por una cuidadora. La primera en dirigirse
a ella es Analía, hola abuela le dice dándole un beso y preguntando, ¿Cómo
estas, sabes quién soy? Flora la mira y responde, si, eres Paloma, Analía sonríe
y le dice, no abuela soy Analía tu nieta. La siguiente es Ninoska, hola guapa,
le dice mientras la besa ¿y a mí me conoces? no contesta Flora moviendo la
cabeza, soy tu nuera responde Ninoska dándole otro beso.
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Flora |
Yo soy el último en saludarla, hola mama estás bien? , y yo sabes quién soy yo? si responde segura, tú
eres Javier mi hijo, casi aciertas, yo soy José tu hijo mayor, Javier es el
pequeño, Flora frunce el ceño como enfadada con ella misma, es que os confundo
me dice y su expresión se entristece, yo me agacho hasta ponerme a su altura,
la abrazo, la acaricio y dándole varios besos la digo, no te preocupes por eso
mama que yo te quiero un montón, que Javier te quiere un montón, que todos te
queremos y apretando mi abrazo vuelvo a besarla, Flora me devuelve el abrazo y
una gran sonrisa recorre su cara.
Mientras deshacemos el camino de vuelta a casa pienso, que no
importa si las personas que queremos, nos reconocen y nos recuerdan, que lo
importante de verdad es si nosotros somos capaces de darles a ellas lo que
necesitan, afecto comprensión y cariño, mucho cariño y recuerdo la sonrisa y el
abrazo de Flora como el mejor de los recuerdos y reconocimiento por su parte.