Esta entrada está dedicada especialmente a los 68 de la
indignidad
Hay una raza vil de hombres tenaces
de sí propios inflados y hechos todos,
todos de pelo al pie, de garra y diente.
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan.
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras y plantas insectívoras y pura sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de los hombres los unos se alimentan.
Los otros su alma dan a que se nutran
y perfumen su diente los glotones,
tal como el hierro frío en las entrañas
de la virgen que mata se calienta.
pero cuando la mano ensangrentada
hunden en el manjar, del
mártir muerto
Los que se aman a sí, los que la augusta razón a su avaricia y gula ponen,
los que no ostentan en la frente
honrada ese cinto de luz que en
el yugo funde como el inmenso sol en ascua quiebra los astros que a su seno se abalanzan,
Los que no llevan del decoro
humano ornado el sano pecho,
los menores
y los segundones de la vida, solo
a su goce ruin y medro atentos
y no al concierto universal.
harenes, jamás la aprobación
de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse
puede, hágase... clávalos,
clávalos en el horcón más
alto del camino por la mitad
de la villana frente.
A la grandiosa humanidad
traidores.
Como un implacable obrero
que a un féretro de bronce
clavetea los que contigo, se
parten la nación a dentelladas.
Y si acaso sin sangre hacerse
puede, hágase... clávalos,
clávalos en el horcón más
alto del camino por la mitad
de la villana frente.
A la grandiosa humanidad
traidores.
Como un implacable obrero
que a un féretro de bronce
clavetea los que contigo, se
parten la nación a dentelladas.
Por si lo prefieres cantado